Sobre los proyectos

‘Zona imaginara es una casa y un taller, pero es también un proyecto, una calle y todo un barrio. Como nuestra residencia fue en verano tuvimos la extraña particularidad de ver la casa casi como dormida. En esa calma se podía percibir en cada rincón, latente, el movimiento cotidiano de miles de actividades, de adultos y niños, artistas y vecinos que pasan a diario por ahí. Pero era verano y hacía calor, y la casa, como el barrio, parecía dormir la siesta de un febrero intenso, acompañado de pelopinchos en las calles y manguereadas reparadoras.

La primera mañana descubrí la entrada de luz por la ventana de la habitación, que proyectaba las sombras de un banano inquieto sobre el escritorio. Los siguientes días al levantarme me senté a observar ese movimiento (por momento regular y predecible, por momentos aleatorio) y a dibujarlo, en un intento obsesivo por retener algo que se me ofrecía a la vista pero se negaba a ser fijado. Algunas tardes exploré la vegetación del jardín del taller: yuyos, flores y frascos de vidrio con agua en su interior, para recrear fotográficamente un imaginario de los veranos de mi infancia. El segundo día de la residencia, Lucrecia nos abrió su taller y su experiencia para mostrarnos su obra y brindarnos una clase de técnicas de grabado no-tóxico.

Una tarde Mailén, Lara y Candela nos acompañaron a conocer el barrio. Fotografié los números de las casas, algunos carteles, el colorido de sus frentes, el sol bajando despacio en un atardecer calmo. Otros días volví a salir a recorrer el mismo camino, o a encontrar y armar otros; a darle forma con mi recorrido al barrio. Después dibujé esos trayectos y armé una libreta; recolecté ramas, cactus y pimientas del patio del jardín; recopilé palabras y coleccioné formas, colores y texturas. De a poco fui desplegando todo ese material sobre un escritorio, y cada cosa fue encontrando su lugar en esa constelación. Un mapeo personal de cómo viví por 10 días en este barrio y en esta casa.’ 

Ali Valente